martes, 22 de julio de 2008

Casi un día normal.

Ocho y media: suena el despertador como siempre, una vieja canción de Elvis para alegrar el despertar . Emilio escucha inconcientemente y como es de costumbre apaga el celular antes de que suene el estribillo de la canción. Se levanta rapidamente, hace su cama y comienza con la rutina de todas las mañanas. Deja correr la ducha y recuerda que hoy no es el día normal que se levanto pensando que era. Eso no quiere decir que se sienta diferente.
La cocina esta fria, siempre es el lugar menos acogedor de la casa -piensa-, esta un poco desordenada y aún hay rastros de la comida de ayer. Migas de pan, la mantequilla a medio derretir, el cuchillo sucio y un par de platos sobre el mesón hacen que siga con la idea de que hoy, es el día normal que se levanto pensando que era.
Nueve treinta y cinco: baja de la micro en el lugar de siempre y siente ese aire fresco que deja la lluvia al amanecer cuando se junta con el sol. Camina por las típicas calles de La Reina, nota como se aleja el invierno y comienza a revivir la primavera, le agrada este proceso.
Todo a funcionado como corresponde, todo sigue igual, pero a pesar de la indiferencia que le prestó a aquel pensamiento en la mañana -de que hoy no era un día normal- deja que lo pertube aquella idea, y se siente indignado sólo por unos segundos ante la impotencia de no poder hacer más que seguir con lo que debe ser. Es lo más fácil.
Regresa a casa como el día normal que fue, conversa con su familia todo anda de maravillas, lo sabe. Pero también sabe que por días como este, otros días que vienen como siempre vienen los días, no podrán ser como los mismos días de siempre: estos que estamos acostumbrados a vivir.

1 comentario:

Cha dijo...

hola! Todos comenzamos con ganas... ¡es genial!
Rico compartas esto conmigo, y ya verás que de a poco cercanos se unirán a la idea...

Cuídate!
Te leo ;D*